2009/10/09

mi bisabuelo andaluz SEBASTIÁN...♫♫♪♥



Por su cuerpo vencido, como el tallo de una flor marchita, se deslizaron los pétalos blancos de sus cabellos cada vez más débiles hasta que su cabeza se posó con dulzura en su pecho. Descansó sin hacer ruido y su vida se diluyó entre acordes de guitarra.
Veranos de calor a la sombra de las paredes encaladas, las jardineras rebosantes de color y el olor a campo y a olivo. Ojos que vieron una guerra y el paso de la historia entre montañas de fuego y bandoleros.
Músico, carpintero, aguador, comerciante. En mi mente infantil se mezclan el olor a serrín y las notas de acordeón que separaban el día de la noche. Y tú saliendo misterioso y lleno de fuerza cada mañana, antes que el sol, derramando tu vitalidad y tu sonrisa regalada a los demás desde Antequera hasta Ronda, allá donde fueras todos te conocían.
Siempre te costó despedirte y, llegado el momento, desaparecías o te ocultabas en tu habitación, la de los mil secretos, dejando tras de ti el olor del camino y un billete en mi bolsillo. Y yo, como tú, he olvidado aprender a despedirme y es por ello que no siento dolor por no haber sabido que aquel beso en tu mejilla casi de juguete era el último que te daba. De todos modos, de haberlo sabido los dos hubieramos mirado a otra parte, ¿verdad?.
Sigues siendo para mí la fuerza y la lucha que te hizo estar aquí casi un siglo, por encima de tantas cosas. He aprendido de ti a buscar los atajos, a disfrutar de la música, a poner una sonrisa en la boca de los demás, a encerrar en una servilleta un recuerdo lleno de magia para un niño.
Y ahora tu acordeón y los timbales,¿ recuerdas cómo salía llorando cada vez que lo tocaban? no n la mente de na niña qe seria ese sonido, si a mi la musica me apasiona ..permanece en silencio a la espera de que uno de nosotros le saque de nuevo melodías de verano, mientras tú descansas en la ladera de la montaña del pueblo blanco con su fuente y sus cuestas, con sus señoras sentadas a la puerta, su molino, sus burros idénticos a Platero atados en las eras, con sus fuentes y su acento de serranía.
Cuando tu voz empezó a quebrarse y tus ojos empezaron a mirarme a traves del acuoso manto de los años tuve miedo de despedirme de ti cada verano por no saber si al siguiente te encontraría. Ese verano he ido a verte, pero tus ojos ya no miraban a ninguna parte y yo, que quería atesorarte como el hombre fuerte que me vio nacer, no he querido mirarte a través del dibujo de la muerte. Ahora sé dónde estarás cada vez que mis pasos me lleven al pueblo y ahora sé, desde la certeza que me da el dolor desgarrado del canto que escucho, que una parte de esa alegría de vivir andaluza que llevabas dentro se ha quedado aquí para siempre.

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