2009/07/25

Lady..


Lady era una duendecilla de no más de diez centimetros, el cabello le caía por los pies, dorado como el sol. Sus ojos eran dos estrellas de un azul intenso, su boca pétalos delicados, de las más bellas flores...
Lady tenía dos alitas que movía suavemente y la hacían volar por la pradera, a veces le gustaba posarse sobre un girasol o columpiarse en las hojas de un árbol, otras veces se bañaba en las gotas de rocio.
Era feliz y risueña, le gustaba agitar sus alitas y sentir el viento en ellas mientras los rayos de sol la envolvían cálidamente.
Aquél día como siempre Lady saludo a sus amigas las abejas, éstas querían mucho a Lady, ella les cantaba hermosas canciones que sólo saben cantar las duendecillas de diez centimetros, como Lady, las abejas le obsequiaban con su miel, su alimento favorito del que se alimentaba junto con algunos granos de polen.
Hacía tiempo que corría un rumor por el boque de boca en boca...
Decian que por las noches se oía llorar a un ser sombrio y triste, que nadie sabia lo que le sucedía. Lady no pudo resistirse a conocer al extraño ser, quería saber la causa de su pena y pintar una sonrisa en sus labios...
Aquella noche la luz de la luna bañaba el bosque, reflejando sus rayos en el rio, volviendo sus aguas de plata...
Lady se ocultó tras una piedra y espero a que apareciera el ser. No tardo mucho, era bastante más grande que Lady, caminaba despacio, sus ojos eran dos pozos profundos de los que brotaba un llanto amargo.
Lady no pudo resistirse y se posó sobre una de sus enormes manos.
El ser la contempló con sorpresa y elevó su mano para verla mejor: - ¿quién eres tú? le preguntó... - Soy Lady... dijo la duencedilla agitando sus alitas - Me llamo Lady... pero dime...¿por qué lloras así?
El ser la miró con los ojos llenos de una inmensa pena que le brotaba del corazón...
- ¿Por qué etás tan solo...? le preguntó Lady
El ser después de mirarla durante un largo rato, le respondió:
- Me hicieron mucho daño, no quiero sufrir más... ¿tú a qué has venido...?
- Quiero ayudarte, le respondió Lady...
A partir de aquél día Lady no se separó de aquél ser triste, le cantó hermosas canciones, le contó bellas historias, hasta que le hizo sonreir.
En el bosque ya no se oía el llanto amargo de antaño, ahora las risas eran melodias que arrastraba el viento por todos los rincones...
Aquél ser era tan feliz al lado de la duendecilla, que se percató de cuanto la necesitaba, por eso quiso apartarla de todo y conservarla sólo para él... Construyó una caja de cristal transparente, la lleno de flores, mariposas, rayos de sol...de todo lo hermoso que encontró, para que Lady no necesitara salir de ella.
Un día cuando Lady jugaba con el ser y le contaba una hermosa historia, éste la cogió fuertemente con su gran mano...
Lady le preguntó -¿qué haces...?
El ser tras mirarla intensamente, le contestó:
- Te quiero tanto, que haré lo mejor para ti
Sin decir ni una palabra más, la introdujo en la caja de cristal y la cerró con fuerza.
Lady empezó a llorar desconsoladamente
-Sacame de aqui, por favor... le suplicaba
-No necesitas esta caja de cristal para retenerme a tu lado...
El ser no quería escucharla, no podía soportar la idea de perderla.
Cada día desde fuera la miraba y acariciaba el cristal, él sabía que no podía acariciar el alma de Lady, pero le bastaba con observarla y tenerla...
¡Lady ahora era de su propiedad...!
Un día en que el ser estaba ausente, un pajarito se posó sobre la caja de cristal, al ver a Lady tan triste le preguntó:
¿Qué te pasa duendecilla...?
-en el bosque se cometa que ya no quieres saber de sus habitantes...
Lady lo miró con una gran amargura reflejada en su carita pequeña y dulce, con voz rota por el llanto le suplicó:
-Pajarito rompe el cristal, por favor rompelo...
El pajarito compadecido de la pequeña duendecilla, picoteo el cristal hasta que éste se empezó a cuartear, después la caja se partió en dos.
Lady consiguió salir fuera, respiró el aroma del bosque, volvió a sentir los rayos de sol sobre sus alitas, y empezó a volar...
Desde entonces Lady vuela muy alto para no ser atrapada de nuevo y encerrada en una caja de cristal.

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