2009/05/30

Por fín aquél encuentro...


Sentado en aquel banco cara al mar, le vio aproximarse con andar ondulante. Traje de chaqueta, discreto y elegante a la vez, bolso de mano y altos zapatos de tacón. Contra su pecho, un libro: El amante, de Marguerite Duras, tal como habían acordado. El se levantó raudo y estrechó la mano enfundada en guante de piel que ella le tendía. Pero ella dejó escapar sus dedos con rapidez. Tenía unos hermosos ojos, de igual tono que el mar que acababa de estar contemplando, medio tapado uno de ellos por un flequillo ladeado que escapaba de su melena cobriza de mujer fatal que caía en cascada hasta sus hombros. Le recordó a Lauren Bacall, en no sabía que película.
Ella le sonrió levemente...ambos estaban nerviosos.
- ¿Vamos?
Anduvieron en silencio a lo largo del paseo junto al mar. El trató de iniciar alguna conversación intrascendente, pero ella solo le miraba de soslayo y sonreía...Llegaron al gran hotel y se acercaron a la recepción. El carraspeó y pidió la llave de su habitación. Se sentía levemente mareado y al mismo tiempo excitado por el perfume a gardenia que desprendía ella. En el ascensor, el botones delante de ellos, ella le dijo algo al oido, algo que le hizo enrojecer de placer, al sentir el roce de sus labios y su aliento cercano.

egún se cerró la puerta del ascensor, una vez en la planta, él se abalanzó sobre ella, intentando besarla, y ella le rechazó con un mohín de ligero desdén.

- Has esperado hasta ahora, y no puedes esperar un poquito más?
El, avergonzado, musitó un "claro". Ella le cogió del brazo y fueron hasta la habitación. El había gastado gran parte de su sueldo en pagar aquella suite. Una cesta con flores frescas y frutas les esperaba sobre una mesita. Al fondo, una gran cama con dosel. Ella se acercó a los grandes ventanales, y corrió los cortinones, buscando más intimidad.
Luego se acercó hasta él, con una leve sonrisa en sus labios. El intentó abrazarla, pero ella apartó sus brazos.

- Espérame...casi suspiró camino al baño.
Salió con tan sólo una bata blanca de seda que parecía flotar en el denso aire de la habitación. La observó como quien ve una aparición, tan bella... No podía apartar los ojos de su figura, adivinándose tras la dulce tela, ni de sus senos turgentes que parecían hablarle bajo la misma. Tragó saliva con dificultad, allí de pie, sin atreverse a moverse, mientras ella, con movimientos felinos, se dirigía hacia el sofá de terciopelo rojo que presidía la sala. Recostada, jugueteando con el cinturón de la bata, volvió a sonreir y le pidió que se desnudase. El a duras penas, sintiéndose un poco ridículo bajo su mirada, obedeció su orden. El corazón parecía que se le iba a salir, la habitación tronaba con el ruido de sus palpitaciones. Indefenso en su desnudez, esperó un gesto de ella. Ella se levantó, mirándolo a los ojos y rodeándole con un dedo posado en sus labios. Luego se aproximó a su espalda. Notó la presión de sus pechos contra él, para acercar su boca y susurrarle al oído:

- ¿Me dejas que te ate?

El asintió sin hablar. El corazón le iba a estallar. Ella sacó de su bolso, cual prestidigitadora un pañuelo rojo, con el que ató sus manos. El sintió el roce de la bata en su piel desnuda. Luego ella se quitó el cinturón de la bata, con el que le rodeó la cintura, y tiró de él hacia el sofá. Allí lo sentó con delicadeza y al agacharse él pudo entrever su cuerpo asomando por la abertura de su bata. Su excitación rozaba ya el límite del paroxismo. La deseaba, con todas sus fuerzas. Ella dejó caer su bata, y le besó. Un beso largo y cálido que encendió aún más la pasión de ambos.
Amanecía cuando él despertó, todavía sudoroso y jadeante. A su lado, ella dormía. La contempló largamente, recordando la noche junto a ella. Magnífica. Besó su hombro. Sintió que la amaba y sintió de nuevo el deseo apoderándose de su cuerpo. Ella se volvió somnolienta, y miró el reloj.

- Debo irme.

- No, hagámoslo una última vez.

- No, debo irme ya.

- ¿Tu marido?

- Si, estará de vuelta de un viaje de negocios en un par de horas.

- Bueno, todavía tenemos una hora, al menos.

- No, tengo cosas que hacer.

- Duchémonos juntos...al menos -suplicó él.

Ella sonrió irónica.

- Déjalo...lo haré en casa. Es mejor así.

- ¿Cuándo volveremos a vernos?

- Escríbeme cuando puedas. Y yo te diré...

Se vistió con premura y se fue. El olió sus manos, y respiró la fragancia a gardenias... se incorporó a coger un cigarrillo, y aspiró una bocanada de humo con fruicción. Sonrió para sus adentros. Hacía tiempo que no se sentía tan feliz, tan pleno. La amaba. Ahora estaba seguro: la amaba y lucharía por su amor. Recordó como se habían conocido. El tenía un blog. Ella entró un día a comentar un post, no recuerda cual. Si recuerda que su comentario era inteligente y sugerente a la vez. Picó en su nombre, pero nada apareció. Ni blog, ni ninguna referencia. Al día siguiente, ella volvió a aparecer, y así los sucesivos días y meses. Llegó un momento en que él sólo escribía para ella. Sólo le importaba su comentario. Pero le desquiciaba no poderle hablar en privado, fuera de la vista de los demás, a los que llegó a odiar por entrar. El único comentario que contestaba era el de ella. Hasta que un día ella dejó un mensaje en su correo del blog. Por fin! Lo abrió impaciente. Y así comenzó una relación en la que paulatinamente fueron abriendo sus almas. Ella, infeliz en su matrimonio. El igual. Fueron enamorándose casi sin darse cuenta, hasta que ella propuso un encuentro. El sonrió con satisfacción apagando el cigarrillo. ¡Qué noche! ninguna mujer le había hecho sentir lo que ella. Y menos la suya. Torció el gesto en una mueca de fastidio..."siempre pensando en trabajar, siempre con ese dolor de cabeza perpetuo". Pero ahora daba igual...

De repente, alguien llamó a la puerta.

- ¿Sí?

- Han dejado una carta para usted.

El se levantó, envolviéndose en una sábana para abrir al botones. Era un sobre marrón. Lo abrió, y dentro dos pliegos de papel. Sacó el primero, manuscrito, con una letra que le pareció familiar.

"Querido mío:

Siento decirte que nuestra relación termina aquí. He disfrutado enormemente estos últimos meses contigo, meses en los que me has abierto tu corazón, y me has hecho ver a tu verdadero yo. Pero también me ha servido a mí para darme cuenta de quien soy realmente, de la clase de mujer estupenda que hay en mi interior, y que tenía dormida. Por eso me voy. Necesito empezar una nueva vida. Gracias por tu amor. Un beso, y se feliz.

Mercedes

Posdata 1: el otro pliego, son los papeles del divorcio, que ruego firmes y entregues a mi abogado. Gracias.

Posdata 2: por si te estás preguntando quien era la belleza de anoche, es una prostituta, eso sí, de alto standing, que ya he dejado pagahttp://img86.imageshack.us/img86/9408/142298lujo7alp03el1.gifda.

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