
En algunos casos, la amante se disputa la atención de él, y la esposa lucha para no perderla, se vuelven contendientes donde el “premio final” es el hombre, le colocan cada una por su parte en bandeja de plata, los mejores cuidados y tolerancia al macho en cuestión en un intento de demostrarle que con “ella” estará mejor.
Ninguna de las dos se dan por vencidas, la amante con la esperanza que él un día deje definitivamente a su mujer, y la esposa gritando a los cuatro vientos que ella es la que tiene todos los derechos por eso, y ella espera que deje a la amante, pero el hombre no deja a ninguna de las dos y en vez de ser castigado por la mala acción, es festejado por las dos que lo atienden a cuerpo de rey, disputándoselo como si un hombre así, valiera tanto la pena.
Si, es cierto que la esposa, al final pudo ostentar su “triunfo” el esposo por fin es para ella sola, después de muchos años, no existe más una rival, no está más el sobresalto de saberlo en brazos de la otra, ¿pero y los hijos? ¿Cómo podrán reparar el daño psicológico? Fueron muchos años con esa sensación de abandono, de sentir que no le importaron ni a un padre ni a una madre que egoístamente sólo pensaron en ellos mismos.
Y la amante que por muchos años se le olvidó en dónde terminó el amor y en dónde empezó el capricho,
Al final, no hubo ganadora, sólo hay dos mujeres frustradas que desperdiciaron los mejores años de su vida, Tres adultos, un hombre y dos mujeres irresponsables y LOS HIJOS que al final, fueron los más dañados.
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